“Señor mío y Dios mío”,
El tiempo pascual es propicio para reflexionar sobre Tomas y su encuentro con Cristo Resucitado. Es un encuentro marcado por tres elementos de la experiencia cristiana que son cruciales: la comunidad, la trasmisión de la fe, la adoración del Resucitado.
La manifestación de Cristo vencedor de la muerte se da a los que “están en la comunidad”: en aquel tiempo la comunidad de los primeros discípulos, hoy nuestras comunidades de creyentes. Los ausentes tienen que esperar. El anuncio del Kerygma ilumina la Comunidad y la hace un espacio para fortalecer la fe, animar la caridad y consolidar las esperanzas. La comunidad es esencial para el camino cristiano.
Tomas experimenta la riqueza de la fe trasmitida por sus hermanos de comunidad. La trasmisión de la fe es una tarea de todos. El hogar cristiano debe ser una fuente de trasmisión intergeneracional de la fe: participando en las celebraciones religiosas y explicando su significado; respondiendo a las preguntas de quienes se interrogan ante los misterios de nuestra fe; demostrando con acciones de solidaridad el amor de Dios a los más débiles.
Creer y ser comunidad deben conducir al creyente a la adoración del Hijo de Dios, que ha vencido al mal y a la muerte, y que nos invita a ser su Iglesia. La expresión de Tomas la resume con profunda devoción: “Señor mío y Dios mío”.
Guillermo Inca Pereda
Secretario Adjunto
Conferencia Episcopal Peruana