Compartimos la entrevista que le realizaron a Mons. Miguel Cabrejos, Arzobispo de Trujillo, Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), sobre su elección como presidente del CELAM, la coyuntura política en el Perú, el rol de la Iglesia en la Amazonía, entre otros temas. Se publicó el sábado 29 de junio en el diario La República
El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) es un organismo de comunión, reflexión y colaboración al servicio de las 22 Conferencias Episcopales de AL, incluyendo el Caribe y las Antillas. Fue creado por Pío XII en el año 1955. Sus conferencias de Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida han marcado la vida de la Iglesia en AL. En la última asamblea ordinaria de Honduras (mayo, 2019) fue elegido presidente Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte.
A nivel jerárquico es usted ahora el obispo con más poder de América Latina: a la cabeza de la Iglesia peruana y del CELAM que congrega 22 conferencias episcopales. ¿Cómo siente eso de ser el primer peruano elegido para presidir el CELAM?
Me he alegrado no tanto por mí, sino por el Perú. Ciertamente, en toda la existencia del CELAM, que tiene más de 60 años, los obispos han pensado, esta vez, en un peruano. Nunca me olvido del cardenal (Juan) Landázuri. Fue vicepresidente del CELAM. Pero presidente nunca hubo. Por eso lo tomé con mucha alegría, como un logro para el Perú.
Los peruanos han tenido papeles muy importantes en el CELAM, pero nunca la presidencia. O sea, Monseñor Luis Bambarén ha estado mucho tiempo ahí, Pedro Barreto, Norberto Strotmann, José Dammert, Ud.
Sí, yo también estuve en un periodo, pero en una comisión, la de Espiritualidad.
Empecemos por la corrupción y la política, que es uno de los problemas que a los peruanos más nos inquieta.
El tema de la corrupción en el Perú ha llegado a límites insospechados. Creo que el mejor que ha definido el tema de la corrupción ha sido el Papa porque habla de ‘cáncer’, pero es un cáncer radicado en las estructuras, no solo en las personas, sino lo grave es en las estructuras sociales, económicas y políticas.
¿Qué puede hacer la Iglesia? La Iglesia no tiene poder coactivo, pero la Iglesia siempre ha hecho una reflexión, siempre ha invitado a cambiar de mentalidad. A pensar de que el valor no está en tener, sino en el ser. Ese es un principio tan antiguo como nuevo. Pero creo que algo novedoso es que comencemos a pensar que la vida no se mide por cuánto consumimos, sino por cuánto compartimos. A veces acumulamos y pensamos que mientras más tengo, más importante soy. Y creo que el valor de la vida se mide por el compartir. Y compartir no es solo dinero, sino valores espirituales. Aquí yo quiero centrarme en un asunto. Cuando hemos conversado todos los obispos de América Latina sobre el tema de la corrupción, dos obispos que no eran del Perú dijeron: “Pero el Perú tiene la valentía de meter a la cárcel a los expresidentes”. En ese sentido, hay que alabar al Poder Judicial, Ministerio Público, que al menos han reaccionado y hacen todos los procesos para meterlos a la cárcel. Es interesante que eso lo digan otros, no nosotros. Ahora, es un problema serio, no es un consuelo. La forma en cómo se maneja acá, creo que es importante.
Me parece interesante que usted, como líder de la Iglesia en el Perú, valore públicamente el trabajo de jueces y fiscales.
Yo creo que es así. De nada sirven los sentimentalismos o los apasionamientos. En esto, hay que ser fríos y racionales.
Hay un tema que a la Iglesia le preocupa mucho y no solo en Perú, que gira en torno al tópico de lo que unos llaman ideología de género. ¿Quiere dar su opinión en este aspecto?
Toda pregunta es válida, pero no hablaría más de ideología de género, hablaría de género, que es muy distinto. La Conferencia Episcopal ya tiene un texto preparado, un estudio muy bien hecho, muy alturado, que despeja muchísimo las dudas y nosotros no hablamos más de ideología de género, hablamos de género y todas sus consecuencias. Porque ‘ideología de género’ solo servía para confundir y polarizar. Entonces, no hay ideología, pero el tema de fondo es ‘género’.
Crisis ética, económica, política y cultural en América Latina.
Después de su elección en el CELAM se habló de la necesidad de convocar a una Conferencia. ¿Cómo ve usted la Iglesia en AL, a grandes rasgos, 12 años después de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida (Brasil)?
Aparecida fue en su momento un gran impulso y, de manera especial, un entusiasmo misionero, continental, pero en la última asamblea que acabamos de tener, todo el mundo ha manifestado que se necesita una reactivación.
Es que ahora se constata en toda América Latina y el Caribe el crecimiento de una crisis ética, política, económica y cultural, en el contexto de ideologías deshumanizantes. El CELAM ha dicho en su mensaje que estamos ante una ‘fractura antropológica’, que tiene muchas aristas y rostros. Por eso hemos destacado en el mensaje dos cosas: el machismo, que va en contra la dignidad de la mujer, y también las migraciones obligadas por la pobreza y la violencia, caso Venezuela, Nicaragua, Haití, y otras migraciones. Creo que hizo muy bien el CELAM en hablar de esas ideologías deshumanizantes, donde se crean desigualdades inaceptables.
En ese sentido, el CELAM ha tomado varias decisiones importantes. Una de ellas es involucrarse más en la evangelización y reestructurar todos los programas. Otro elemento importante es que se ha reafirmado la comunión, la adhesión, la fidelidad al Santo Padre. Ello es muy importante en un contexto en que, en el mundo, algunos obispos y cardenales están en contra del papa Francisco, son grupos pequeños, pero hacen mucho daño.
¿Cómo cree usted que se puede ‘amazonizar’ –como dice el cardenal Barreto– el debate y la reflexión a nivel de sociedad y de Iglesia en el Perú?
Un elemento importante es ser consciente de que el 60% del territorio es Amazonía y que en esa zona hay grandes culturas, nativas, pero culturas reales, con idiomas auténticos y que nosotros no solo debemos ir con nuestra cultura, sino recibir de esas culturas la sabiduría de los pueblos originarios. Creo que ahí nuestra mentalidad va a comenzar a cambiar. Pero tenemos que ser conscientes de que la gente tiene que asumir que somos un territorio amazónico.
La Iglesia en el Perú ha estado siempre a la altura
Viene el Sínodo Panamazónico. Entre los asuntos más importantes de la problemática amazónica están el no reconocimiento de los derechos de los indígenas, el invisibilizarlos, la cuestión de algunas industrias extractivas que generan mucha contaminación y agudizan la problemática social. ¿Le parece que el rol de la Iglesia en la Amazonía ha estado a la altura? ¿Qué tendría que hacer la Iglesia peruana para responder a estas problemáticas que el Papa ha querido situar en el centro de la atención mundial?
La Iglesia en el Perú ha estado siempre a la altura. Y sobre todo muy comprometida a través de las vicarías y los decanatos que suelen estar a cargo de religiosos y religiosas. Le pongo un ejemplo. En la época de la explotación del caucho, Pío X manda una carta extraordinaria, muy dura, contra lo caucheros, defendiendo a los nativos. Ese es un documento, pero hay otros que muestran que siempre se ha defendido a los indígenas. Es mucho más acentuado ahora con la preocupación de la Casa Común y la encíclica Laudato Si que el papa Francisco ha puesto como profecía auténtica. La Iglesia está haciendo mucho, pero tenemos que lograr que los peruanos sean conscientes de que el Perú es un país amazónico, con el 60% del territorio de la Amazonía.
Hay una expresión coloquial entre peruanos: “El que no tiene de inga, tiene de mandinga”. Muy hermoso, pero ¿dónde está el awajún, el machiguenga…? Lo amazónico ni aparece en esa frase.
Es verdad. Pienso que antes se hablaba mucho de inculturación. Ahora hablamos más de interculturalidad. Es importante porque desde la costa pensamos que ellos tienen que aprender de nosotros; pero también tenemos mucho que aprender de los pueblos originarios. Son riquezas inmensas. Entonces, ahora este diálogo intercultural es muy importante para saber respetar la dignidad, cultura y lenguaje que se ha perdido muchísimo. Pienso que por eso este Sínodo convocado por el Papa tendrá muchos efectos. También hay muchas críticas, a nivel de Europa, pero para la Iglesia es un gran acontecimiento.