“La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él”. Fueron las palabras del Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa que presidió con motivo de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, este lunes 6 de enero de 2020.
En su comentario sobre el Evangelio que la liturgia presenta para esta Solemnidad señaló que los Magos comienzan manifestando sus intenciones. “La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su camino. De hecho, cuando llegaron a Belén, «vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron». Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros”, dijo el Santo Padre.
Uno de estos personajes que no logra adorar al Señor es el rey Herodes, que usa el verbo adorar, pero de manera engañosa. “En realidad – precisó el Pontífice – Herodes sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras”.
Otras personas en el Evangelio que no logran adorar, afirmó el Santo Padre, son los jefes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, ellos sabían con extrema precisión dónde nacería el Mesías, conocían las profecías y las citan exactamente. Saben a dónde ir, pero no van. “En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios”, comentó.
Adorar es poner al Señor en el centro
Asimismo, el Santo Padre dijo que, adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. “Cuando adoramos – subrayó el Pontífice – permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas”. Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente.