
Queridos padres de familia,
Hoy celebramos con alegría a quienes tienen la noble misión de ser padres, una responsabilidad que no solo involucra proveer, sino también educar en el amor y guiar con sabiduría. Ser padre implica enseñar a los hijos a caminar, sosteniéndolos de la mano con ternura, y es también el esfuerzo que forma en la libertad y en la responsabilidad. Ustedes son el reflejo de este llamado de ser protectores, custodios y compañeros en el camino de la vida de sus hijos.
Ser padre va más allá de las acciones visibles; es el vivo reflejo de Dios Padre, quien ama entrañablemente a todos los hombres hasta el punto de ofrecer a su Hijo Jesucristo por nuestra salvación. Un padre encarna ese amor providente y generoso, reflejando la presencia divina que vela con cuidado especial por el bienestar de todos sus hijos. Su amor, firme y constante, es un testimonio del amor de Dios que no abandona, sino que sostiene y guía. Los padres de familia están invitados a vivir esa paternidad que brota de Dios Padre, siendo custodios del amor en sus hogares.
Queridos papás, en ustedes se manifiesta un reflejo del amor paternal de Dios. Su sacrificio diario, su trabajo arduo, sus preocupaciones y su amor incondicional hacia sus hijos son una extensión de ese llamado divino a ser protectores y guías. No es fácil ser padre, pero recuerden que no están solos: Dios Padre camina con ustedes, los fortalece y los consuela en su misión. Además sus hijos, su familia, la sociedad y la Iglesia agradecen infinitamente su dedicación, su dedicación y su testimonio de entrega que muchas veces supone desgaste de fuerza y vitalidad por ver a los hijos y a la familia felices.
Ustedes, queridos padres, son columna que fundamenta un hogar. Son quienes con paciencia y perseverancia enseñan valores que transforman vidas. La familia es el fundamento sobre el que se construye la sociedad, y ustedes, padres, son los arquitectos que moldean ese fundamento con su amor y dedicación. Su fortaleza inspira a sus hijos y su capacidad de adaptarse con resiliencia a los desafíos de la vida es un testimonio de verdadera valentía.
Reconozco que la paternidad está llena de sacrificios, que muchas veces implica renunciar a metas personales para priorizar el bienestar de sus familias. Sin embargo, El amor trasciende la persona misma, permitiendo a quien ama encontrar sentido en el sacrificio. Ese amor, que sostiene y nutre, es el que les convierte en faros que iluminan el camino para sus hijos. Por eso quiero, en esta oportunidad, hacer un llamado a quienes han sido llamados a vivir la paternidad que sean responsables en su misión y descubran la belleza de esta vocación más allá de lo que a los ojos del mundo muchas veces resulta una responsabilidad que coarta o que exige demasiado. Ser padre supone responsabilidad y madurez porque un hijo necesita el amor de un padre y no se le puede negar.
En este día especial, les encomiendo a todos los papás que se enfrentan a dificultades, ya sea por enfermedad, falta de trabajo o cualquier otra crisis. Que encuentren en Dios el consuelo y la fuerza para perseverar. También elevo una oración especial por los padres que han partido al cielo, para que sean recompensados por su entrega y devoción a sus familias.
Queridos papás, sigan adelante con esperanza y alegría, confiando en que su labor tiene un impacto eterno en las vidas que forman. Que este día sea una oportunidad para celebrar su rol tan importante y para recibir el cariño y agradecimiento que merecen. Que Dios, nuestro Padre celestial, los bendiga con salud, paz y fortaleza.
Con gratitud y afecto,
+ Mons. Antonio Santarsiero Rosa, OSJ
Obispo de Huacho