“Iniciando la Cuaresma”
El inicio de la cuaresma está marcado por las cenizas que es el recuerdo de nuestra finitud: somos polvo, pero es sobre todo el inicio de un proyecto de vida marcado por la oración, el ayuno y la limosna.
El camino hacia la Pascua, nos invita a estar atentos frente al peligro de sucumbir ante la tentación, como nos lo recuerda San Agustín: “Quisieron ampararse bajo sus propios recursos, y no bajo el amparo del Altísimo; escucharon la invitación de la serpiente, despreciando el mandato de Dios; y se encontraron con lo que Dios les había amenazado, no con lo que les había prometido el diablo”.
Conviene, sin embargo, señalar una gran diferencia entre las tentaciones de Cristo y las nuestras, como lo predicaba San Gregorio Magno: “A nosotros nos tienta no sólo lo externo, sino también una tentación interna, que procede del pecado original y que está en nuestro interior, en donde encuentra su complicidad. En Cristo, la tentación no podía partir de su interior, ni podía darse en Él ninguna connivencia interior con la tentación”.
Pero la tentación, como enseña la Biblia, puede ser vencida con la ayuda de la gracia de Dios, así lo recuerda Santo Tomas de Aquino: «Vino Cristo a destruir las obras del diablo, no haciendo uso de su poder, sino padeciendo del diablo y de sus miembros, y obteniendo la victoria por justicia, no por la fuerza, como explica San Agustín: “El diablo no ha de ser vencido con la fuerza sino con la justicia” (Trin. XIII, c. 13)».
Un buen inicio de cuaresma lleva en el corazón la certeza de un Dios misericordioso que nos ama profundamente.
P. Guillermo Inca Pereda
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana